• Antiguas creencias o modernas supersticiones
El mayor problema con que se enfrentan aquellos que creen en la posibilidad de la verdad y que se ponen a buscarla seriamente, es la ausencia -o supuesta ausencia- de cualquier criterio por el cual ellos estén seguros de que lo que van a encontrar es lo auténtico. Con muchas grandes religiones y entre 5 y 20.000 "cultos" ofreciéndonos todos diferentes y a menudo exclusivas opciones, cómo vamos a elegir, o con más precisión, cómo discernir. Atrapados como estamos en los afanes de Maya -o como un Católico diría, con nuestros intelectos heridos y nuestras voluntades debilitadas por la Caída de Adán, cómo podemos por nosotros mismos y sin ayuda externa, estar seguros de que estamos evitando el engaño. Nosotros podemos, por supuesto, abrazar la postura de los escépticos y abandonar la lucha. Pero como una vieja glosa de Platón dice: "el escepticismo es fácil; la incredulidad es para el populacho". Pero para aquellos que no están todavía intelectualmente muertos, la cuestión aún permanece. ¿Con referencia a qué autoridad vivimos y morimos? ¿Hay auténticas verdades establecidas, o la verdad es simplemente una cuestión de nuestros propios sentimientos personales internos, de nuestras experiencias psicológicas y de lo que "funciona" para nosotros?

El primer problema con el que nos enfrentamos es si la verdad es una entidad objetiva o subjetiva. ¿Existe lo que llamamos verdad objetiva? una verdad que siempre ha sido y siempre será la misma, constante e incambiable, por lo tanto una verdad que es absoluta. Ahora bien, uno de las dos cosas tiene significado o no lo tiene ninguna de las dos. Si la verdad es solamente una cuestión de gusto personal, si uno está convencido de que toda la realidad es relativa, entonces no hay ningún motivo para continuar ni la discusión ni la búsqueda. Uno está atrapado así en el circulo vicioso de proclamar que la única verdad es que no hay verdad.

En último análisis, tenemos solamente tres posibles fuentes de autenticidad. Tenemos las Antiguas Enseñanzas que están -o así lo creo yo- encarnadas en los grandes sistemas religiosos del mundo . Tenemos también nuestros propios sentimientos internos o la experiencia psicológica respecto de lo que es verdad. Y tenemos cierta mezcla de estos dos extremos. O bien aceptamos un criterio objetivo, o aceptamos uno subjetivo, o bien creamos una mezcla de lo que por una razón o por otra encontramos personalmente satisfactorio. Ni que decir tiene que lo último es también subjetivo.

Es solamente cuando aceptamos la posibilidad de una verdad objetiva que podemos ver a las Antiguas Enseñanzas como una posible auténtica fuente de verdad. Por desgracia, vivimos en una época muy supersticiosa. La así llamada "época de la ilustración" una frase que sin duda apela a la egoidad del hombre, es más apropiadamente descrita por las Antiguas Enseñanzas como el "Kali Yuga", la época de la oscuridad, o en terminología Católica, "los últimos días". Esto nos lleva a dos de las más poderosas supersticiones que aceptamos -en realidad ellas podrían llamarse los "dogmas" de la modernidad-, a saber, la evolución y el progreso. La mayor parte de nosotros está convencido de que la humanidad ha evolucionado a lo largo de los siglos y de que continúa evolucionando con cada generación. ¿No consideramos a nuestros antepasados un tanto "primitivos", "retrasados" y "supersticiosos"? La misma palabra "supersticioso" nos hace pensar en un campesino medieval Europeo rezando su rosario ante una milagrosa reliquia de Nuestra Señora, o en un brahmán hindú negando a los intocables el acceso a los recintos del templo. La última persona que pensaríamos que es supersticiosa es un profesor de Harvard o un eminente científico.

El problema de tener supersticiones es que tienden a cegarnos la verdad. Si estamos convencidos de que algo falso es verdad, es probable que muy difícilmente busquemos más allá de ello una fuente de autenticidad. Si consideramos las Antiguas Enseñanzas como encarnadas en las Grandes Tradiciones Religiosas del mundo y como una posible fuente de auténtica y objetiva verdad, lo primero que debemos hacer es abandonar nuestra supersticiosa creencia moderna en el progreso y en la evolución. Como veremos, hay un montón de otras "creencias" supersticiosas que también deben ser abandonadas. Entre éstas se incluyen nuestra moderna visión de la naturaleza del hombre, nuestros falsos conceptos igualitaristas, nuestros ideales socialistas y utópicos, nuestras actitudes familiares, nuestra moral, o más bien nuestros códigos inmorales, nuestra fe en la ciencia y nuestra actitud hacia la religión. Como alguien comentó una vez, esto es la "bola de nieve".

Recuerdo muy bien cómo mis compañeros de universidad -y más tarde, cómo algunos de mis colegas profesionales- me miraban por encima del hombro por ser Católico. Se me acusaba de no pensar ya por mí mismo. Ahora bien, la idea de que es bueno pensar por sí mismo es otra superstición moderna. Para exponer la cuestión con más claridad, yo os pediría que imaginarais una clase de estudiantes de matemáticas diciéndole al profesor que ellos no están de acuerdo con sus respuestas porque ellos están aprendiendo matemáticas "por sí mismos". No, pensar por sí mismo no es una cosa saludable. Lo que debemos hacer es aprender a "pensar correctamente", pero no a pensar "por nosotros mismos". La función de las Antiguas Enseñanzas es ayudarnos a hacer precisamente esto, pero esto lleva tanto trabajo como disciplina. Nosotros tenemos, por supuesto, la "libertad" de pensar por nosotros mismos podemos pensar de la forma que queramos. Pero nosotros no tenemos derecho a hacerlo, ya que el error no tiene derechos. Como el asesinato: somos libres para asesinar a quien queramos, pero ciertamente no tenemos derecho a hacerlo.

Nosotros no acusamos a los adherentes religiosos de no ser capaces de pensar por sí mismos. El actual alegato es que ellos han dejado que "les laven el cerebro". El lavado de cerebro implica que los pensamientos y actitudes de uno pueden ser influenciadas, si no controladas, por fuerzas externas. Tanto las religiones como los cultos, por no hablar de los sistemas políticos son acusados de usar varias técnicas para hacer esto. ¿Se han dejado lavar el cerebro los individuos que se adhieren a las Antiguas Enseñanzas como encarnadas en su integridad en las Grandes Tradiciones Religiosas? Antes de contestar a esta pregunta permitidme señalar que todos, hasta cierto punto, tenemos lavado el cerebro. Todos los días nuestras mentes son bombardeadas por los medios de información, por la televisión que los americanos ven como promedio durante 60 horas a la semana, por las novelas populares y por aquellos con quien tenemos un contacto diario. No me cabe duda de que la mayoría, si no todas estas entidades, aceptan un punto de vista antireligioso, liberalhumanístico, socialista y más o menos escépticoateo. Además, las presiones de la vida moderna son tales que, en el poco tiempo libre que tenemos, la mayoría de nosotros nos exponemos a estos medios de una forma completamente pasiva y nada crítica. Nosotros dejamos, en lo esencial, que locutores, políticos y escritores en boga nos digan cómo pensar, y aún así nos sentimos orgullosos de que estamos pensando por nosotros mismos. Si no vemos esto como un lavado de cerebro, es porque estas fuentes satisfacen nuestros egos y encontramos el pábulo ofrecido aceptable y agradable. Por otro lado, una madre que enseña su fe ancestral a sus hijos y el brahmán que insiste en la pureza ritual y en las restricciones de casta, serían también culpables de lavar el cerebro. Pero en este punto muchos encontrarían la aplicación sumamente inaceptable.

Consideremos por un momento nuestro propio ambiente educativo. ¿Qué formación tuvimos en nuestros hogares? Hoy día la mayoría de los padres tienen los cerebros lavados de manera tan efectiva por las actitudes agnósticas y liberales de nuestro tiempo, que ellos ya no tienen y por lo tanto no pueden comunicar ningún sistema de valores o conjunto de creencias fijas a su descendencia a menos, por supuesto, que se considere el éxito material como un sistema de creencias. Y así ocurre que la mayoría de los niños salen de su casa con una especie de tabula rasa o peor aún, con una creencia en el mundo de la pantalla televisiva. Según las estadísticas, cada domingo 16 millones y medio de niños pasan una hora y media viendo "Graystone" o las tortugas ninja mutantes. Los sociólogos llaman a la televisión el "tercer padre". Desgraciadamente ella es a menudo el único padre.

Y de este modo, es un considerable alivio que los niños sean enviados a la escuela. Aquí se inicia el lavado formal de cerebro. El proceso comienza en la guardería donde se hace jugar a los niños con muñecas y a las niñas con espadas que se hace, usando la jerga de la psicología moderna para enseñarles a evitar estereotipos. A través de una variedad de técnicas, como la "clarificación de valores", se les enseña a rechazar los valores de sus padres suponiendo que se les hubiera inculcado algunos con la excusa de desarrollarles los propios normalmente los del profesor o los promovidos por las diferentes agencias gubernamentales. Este proceso se llama "desatelización". A lo largo de los siguientes diez años se les enseña a ser buenos pequeños evolucionistas, socialistas, y cómo usar el regalo del sexo sin responsabilidad. Y luego ellos van a la Universidad que es el sine qua non para conseguir una pizca de éxito económico. Una vez más, ellos pagan un precio excesivo es un precio más alto que cualquier tasa, es el sometimiento de nuestras mentes a otro proceso de indoctrinación. Como mi padre dijo una vez y esto fue en los años 40 es casi imposible que alguien se gradúe en la Universidad sin un severo perjuicio intelectual.

Así que tenemos la cuestión: ¿tienen lavado el cerebro los adherentes religiosos? Yo creo que la respuesta a esta cuestión debe ser expresada en términos de "pensar correctamente" y de aceptar "valores correctos". Si las Antiguas Enseñanzas son una auténtica fuente de verdad, y si las hacemos nuestras, entonces nosotros somos como el estudiante de matemáticas que aprende a calcular correctamente. Tal estudiante no tiene lavado el cerebro porque él sepa hacer sus sumas correctamente. Nuestra sumisión a la verdad y el hacerla nuestra es, en último análisis, nuestra única protección tanto contra el lavado de cerebro como contra el autoengaño.


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Antiguas creencias o modernas supersticiones

La busqueda de la autenticidad

  • Autor:
    Rama P. Coomaraswamy

  • Código del producto: 811
  • Colección: Filosofía y pensamiento
  • Categoría: Filosofía y religión, Filosofía, Religión y creencias
  • Temática: Filosofía de la mente, Otras religiones y creencias
  • ISBN:
  • Idioma: Español / Castellano