• La petimetra
JORNADA PRIMERA

Sale DON DAMIÁN y DON FÉLIX.
DAMIÁN Que esperemos aquí un poco
la criada respondió.
FÉLIX Bien digo, Don Damián, yo
que vos debéis de estar loco.
Cuando acabo de llegar
hoy desde Valladolid,
apenas entro en Madrid,
¿y ya me hacéis visitar?
DAMIÁN Presto, Don Félix, veréis
que tenéis que agradecerme.
FÉLIX Pues si queréis complacerme,
y si obligarme queréis,
dadme cuenta, Don Damián,
de lo que queréis de mí,
y a qué venimos aquí,
¿qué casa es esta, qué afán
es el que tenéis con vos?
DAMIÁN Don Félix, yo os lo diré;
pero primero veré
si estamos solos los dos.
FÉLIX Solos parece que estamos.
DAMIÁN Pues atended.
FÉLIX Ya os escucho.
DAMIÁN Bien sabéis que habrá tres años
que a Valladolid partisteis,
con harto pesar de entrambos,
a estudiar, y bien sabéis
cuan libre yo de los lazos
viví con que amor enreda
los jóvenes descuidados.
Pues no ha, Don Félix, tres meses
que una mañana en el Prado,
al pie de un árbol sentada,
del fresco ambiente gozando,
hallé una dama tan bella
que no cabiendo en el labio
su perfección no la pinto,
pues, siendo hermoso milagro,
la apoco si la exagero,
la ofendo si la retrato.
Valido de la ocasión,
con el sombrero en la mano,
disimulando lo amante
con muestras de cortesano,
la hablé. Respondió discreta
y afable, mas no es extraño,
siendo discreta, que huyese
del vulgar grosero trato
de aquellas que encubrir quieren
la necedad con lo ingrato.
Acompañéla a su casa,
y inquiriendo y preguntando,
llegué a saber finalmente,
por los vecinos del barrio,
que es la dama por quien muero,
y en cuyos ojos me abraso,
Doña Jerónima Pérez,
en cuya casa hoy estamos.
Es tanta su bizarría,
su perfección y su garbo,
que es lo menos su hermosura,
con tenerla en sumo grado.
Aquel andar tan airoso,
aquel chiste y desenfado,
aquel primor con que juega
de la basquiña y el manto.
Su discreción, su gracejo,
la invención de su tocado,
el buen gusto en el vestir,
y del vestido lo extraño,
admiración de la Corte
es, y aun de la España; y tanto,
que ya por antonomasia
(sin hacer cuenta ni caso
de tan bellas damas como
tiene el recinto mantuano).
La Petimetra la llaman,
título con que se ha alzado,
y en Madrid es conocida.
Discurre tú por un rato
cuál será la que hace raya
en pueblo tan dilatado.
Y aun te aseguro, quisiera
no fuese su primor tanto,
por el peligro que tiene
lo culto con lo afectado.
Es su dote, cuando menos,
diez y siete mil ducados,
según ella me lo ha dicho.
Doña María Fajardo
es su prima, y ambas juntas
viven en un mismo cuarto;
pero es de Doña María
tan circunspecto el recato,
que ni aunque la hablen permite;
y es su genio tan cerrado,
cuanto abierto el de su prima;
y en mí su modestia ha obrado
ocultamente, de suerte,
que, aunque estoy enamorado
de Jerónima, si el dote
fortuna hubiera trocado,
me trocara yo también,
que la hermosura echó el fallo
en su rostro, y a gastar
el adorno y aparato
de estotra no fuera menos,
pero, pues así los hados
lo quieren, perdone el mundo,
que a Jerónima idolatro.
A las dos las cela un tío,
tan ridículo abogado
que, si por algún descuido
nos hallara en este cuarto,
con ambas primas por fuerza
nos casáramos entrambos;
y por saber que a estas horas
Don Rodrigo está estudiando,
vengo, porque por de noche
ni a la tarde es excusado,
según la gran vigilancia
con que las está guardando,
pues no hay Mercurio que baste
para adormecer tal Argos.


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La petimetra

  • Autor:
    Nicolás Fernández de Moratín

  • Código del producto: 709
  • Categoría: Biografías, literatura y estudios literarios, Obras de teatro, textos teatrales
  • Temática: Obras de teatro, textos teatrales
  • ISBN:
  • Idioma: Español / Castellano